Los rociadores, forman parte de un sistema contra incendio basado
en una reserva de agua para el suministro del sistema y una red de tuberías de
la cual son elementos terminales. Por lo general se activan al detectar los
efectos de un incendio, como el aumento de temperatura asociado al fuego, o el humo generado por la combustión.
Los rociadores llevan incorporados
unas válvulas o cabezas rociadoras, que a determinada temperatura
preestablecida esas válvulas, al detectar la temperatura asociada al fuego o el
humo generado por la combustión, esta válvula se rompe, dejando salir el agente
extintor para apagar el fuego. El agente extintor corre por un sistema de
tuberías hasta las válvulas que se han abierto.
El disparo del rociador
puede hacerse por dos mecanismos:
Termosensible el chorro del rociador
tiene un tapón que impide la salida del agua y un dispositivo de liberación del
tapón, el mecanismo de disparo en este caso es un dispositivo para liberar el
tapón, que consiste en un elemento termosensible que está diseñado para
destruirse a temperaturas predeterminadas, provocando de forma automática la liberación
del tapón y la salida de un chorro de agua, que debe extinguir el fuego justo
en la zona donde éste se ha iniciado. Este dispositivo puede ser de dos tipos:
Fusible
de disparo. El tapón se mantiene
en posición por un mecanismo formado por dos placas metálicas unidas con
una soldadura, con un punto de fusión cuidadosamente calibrado. En un
incendio, el calor generado ablanda la soldadura, haciendo que la
presión del agua que actúa sobre el tapón desarme el sistema y haga saltar el
tapón, permitiendo la salida del líquido. El agua sale por el orificio e incide
contra una lámina, diseñada para distribuir el chorro a manera de lluvia
(deflector).
Bulbo
termosensible. Un bulbo de vidrio mantiene el
tapón en su lugar y contiene en su interior un líquido que no llena el bulbo,
quedando un espacio libre. Cuando el calor de un fuego actúa sobre el
bulbo, el líquido hierve y la presión del vapor rompe el vidrio, libera el
tapón y entonces sale el agua a presión, vertiéndose sobre el deflector que
la pulveriza formando un chorro de agua nebulizada.
Otro modo de activar el
rociador es con un detector de incendios asociado que abre el
cierre del rociador, que en este caso es una electroválvula cuando se produce un
fuego en el área protegida por el rociador (a la vez que da la alarma de incendio). La ventaja de este sistema es que, una vez
apagado el fuego, se corta la salida de agua y, si se reavivase, se vuelve a
abrir.
Con el sistema de elemento
termosensible, haría falta que alguien cierre la llave de alimentación o los
daños causados por el agua podrían superar a los causados por el fuego.
Otra ventaja del sistema es
que el disparo se puede producir por detección de
humos o
por detección de la ionización del aire, ya que existen detectores de incendio
de estos extremos, mientras que los elementos termosensibles solamente
funcionan por temperatura.
Vida
útil de los rociadores
La vida útil de los
rociadores automáticos depende del tipo de rociadores y del lugar donde estén
instalados. Por lo norma los rociadores estándar tienen una vida útil de 50 años, 20 años, si son de
respuesta rápida, 5 años, si son de alta temperatura.
Pero se debe tener en cuenta las condiciones ambientales a las que se
encuentran sometidos (lluvia, viento, entre otros) pueden hacer que su tiempo
de vida sea menor.
En su
funcionamiento es por medio de una red hidráulica presurizada con agua y unas
boquillas de descarga, los rociadores, sobre los cuales la incidencia directa
de la temperatura provoca un desprendimiento de parte de su cuerpo, liberando
agua en cantidad suficiente para mojar una determinada área de acción.
Debido a su
gran poder de descarga de agua, otra de las principales funciones que tienen
las instalaciones de rociadores automáticos es la de refrigerar, por lo que es
frecuente recurrir a estos sistemas para proteger estructuras portantes de
edificios construidos con materiales deformables (madera o hierro), y de esta
forma evitar o minimizar la necesidad de tratar dicha estructura con sistemas
de protección pasiva contra el fuego, evitando de este modo el impacto estético
negativo en su arquitectura interior. Especialmente importante es esta aplicación
en edificios catalogados por su alto valor patrimonial.
El
diseño y ejecución de la instalación de los rociadores debe cumplir con las
normativas existentes para el edificio que se desea proteger; Si
se cumplen los requisitos de inspección y mantenimiento indicados por los
fabricantes y por la normativa correspondiente, los sistemas de rociadores
automáticos; Son la mejor garantía de seguridad.
Los sistemas de rociadores automáticos desempeñan
simultáneamente dos funciones con idéntica eficacia: detección y extinción de incendios.
El
diseño del sistema y su ejecución deben realizarse siguiendo los criterios
fijados por la normativa en vigor para el riesgo a proteger, los distintos
componentes de la instalación se deben someter a los protocolos de
mantenimiento indicados por los fabricantes y señalados en la normativa
aplicable en cada caso.
Adecuando
la instalación a las características reales de utilización del edificio:
redistribución de oficinas, cambio de uso en almacenes o áreas de producción,
etc.
Encargando
a una empresa especializada el mantenimiento, para que Efectúe las pruebas
operativas necesarias, Verifique el funcionamiento de los dispositivos de
alarma y su posible conexión a centros de control, Sustituya aquellos
rociadores que hayan sido golpeados, pintados, o que muestren signos de corrosión o cualquier otro daño.
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